jueves, marzo 16, 2006

Sólo tú

La mayoría habeis estado donde yo estoy esta noche: en el lugar del accidente del amor no correspondido. Y os habreis preguntado, ¿cómo he llegado hasta aquí? ¿Qué tiene ella de especial? ¿Será su sonrisa? ¿Cómo cruza las piernas? ¿La forma de su tobillo? ¿La conmovedora vulnerabilidad de su cintura?

¿Cuáles son esas cosas elusivas y efímeras que encienden la pasión en el corazón humano? Es la eterna pregunta. El alimento perfecto para la mente en una cálida noche de verano. [...] El amor no mira con los ojos, sino con el corazón. Por eso al alado Cupido siempre lo pintan ciego. Sí.


Mientras, de fondo, suena esta canción:

Vamos a soñar bajo la luz de la luna.
Dime que me amas.
Dile a las estrellas del cielo qué es lo que sientes.
Vamos a soñar bajo la luz de la luna.
Di que te alegras de haberme encontrado.
Pon tus brazos a mi alrededor antes de que nos separemos.


Chris Stevens desde la K-OSO

miércoles, marzo 08, 2006

La Casa Maldita (1) (hace unos años)

(miércoles, 27 de noviembre de 2002. En un centro ocupacional...)

...se decía que la casa estaba maldita. Nos daba igual. Estábamos frente a la verja de algo más de dos metros y medio de altura y justo detrás la espesa vegetación no nos dejaba ver más allá. Conocíamos todas las leyendas sobre la casa, pero eso, las leyendas solo son leyendas.
Un débil candado, partido y oxidado, era la única resistencia que teníamos delante, antes de pasar a lo desconocido. Abrimos la puerta, realmente tuvimos que hacer más fuerza de la esperada, pero la cruzamos. Pronto notamos que las malas hierbas no nos dejarían pasar fácilmente.
La vegetación era asfixiante. Decenas de diversos tipos de plantas y árboles nos rodeaban y con ellos todo tipo de sonidos, provenientes tanto del suelo como del cielo.
- ¡¡¡Miguel!!! - El grito de David sonó a desespero. -La última vez que te hago caso en una de tus estúpidas apuestas...
- ¿Igual me dirás que esto te parece aburrido? -Insinuó Miguel.
- Pues si te soy sincero hubiera preferido otra cosa...
- ¿Cómo qué? - Continuó Miguel. - ¿jugar con la Play?
- No me hables de la Play. Tú y tu estúpido orgullo... "Puedo ganar a cualquiera al FutbolMachPlay" . ¡A cualquiera dijiste! Miguel.
- Casi lo consigo. El problema es que tú, David, me pusiste nervioso con el tiempo, que si no...
- Si no ¿qué? ? Interrumpió David...- ¿O te tengo que recordar que perdías ¡¡¡TRES A CERO!!! A falta de dos minutos?
- Pues eso, DOS MI-NU-TOS. Eso para mí es más que suficiente...
- ¡¡Pues ya se notó!! -Volvió a interrumpir David.
- Ese es el problema, que me pusiste, TÚ, nervioso.

Los dos muchachos se adentraban poco a poco por el escaso sendero que aún quedaba de lo que un día fue un bonito camino empedrado. Su charla no les dejaba ver lo oscuro que se estaba tornando todo y lo lejos que empezaba a quedar la puerta que escasos minutos antes habían cruzado.

- No resistiremos. Cada vez están más cerca.
- Te digo que este palacete nunca ha caído y no va a caer ahora.
Todo tembló. La última bomba había hecho explosión realmente cerca. El socavón que había dejado en el camino a la puerta principal era más que profundo. El ejército francés intentaba cercar la casa. Desde el interior algunos mercenarios, varios labriegos y los pocos señores feudales que quedaban vivos pese a haber perdido sus cortijos y otras propiedades, disparaban sus arcabuces y pistolas.
En las bodegas, ocultos y protegidos por los muchachos más jóvenes, quedaban las mujeres y los ancianos casi inválidos. Entre ellas una dulce muchacha de tan solo 14 años, hija de la señora de la casa. Ayudaba a los más débiles y bajo sus faldas escondía un pequeño trabuco...
- Como no llegue pronto nuestro ejército caeremos todos muertos. El muro sur está cediendo y en cualquier momento entrarán a los jardines. Además el agua escasea y no nos queda a penas munición.
- No te alarmes. Yo, señor de Santiner y Armendior, te digo que saldremos con vida de ésta, mi casa. La casa de todos vosotros. Y la única que queda en pie en muchos kilómetros a la redonda. Y jamás. Digo jamás, consentiré que unos fulanos y rabiosos perros pongan un solo pie en cualquiera de las piedras y losetas de este suelo...


- Vámonos Miguel, la puerta está cerrada. Se ve a simple vista.
- Simple vista, simple vista. Tú David siempre tienes suficiente con ver las cosas desde lejos. De acuerdo, perdí yo el partido. Y sí, soy un bocazas por decir que ganaba a cualquiera. Pero tampoco era tan grave lo que nos jugábamos: "Quien pierda tendrá que entrar en "la casa maldita"y coger un objeto de allí".
¡No querrás que coja una flor del patio! ¿verdad?
Los dos muchachos llegaron hasta la puerta principal. Algunas de las vidrieras quedaban aun encajonadas en sus marcos de madera. Otras medio rotas y sobre todo las inexistentes estaban parcial o totalmente llenas de telarañas.
Miguel cogió una rama del suelo y rasgó una de las telas. Se agachó un poco y arrimó la cabeza con un ojo cerrado para poder ver el interior.
- ¡Mierda! - Y según exclamaba Miguel caía de espaldas. David dio semejante salto que a punto estuvo de perder el equilibrio.
- ¿Qué ha pasado? ¡¡¡Dime, dime!!! Jodeeeer, yo me voy corriendo.
- ¡Quieto ahí! Solo ha sido una araña. Me he asustado. Entremos, no parece haber nadie. Pero suéltame la espalda. Mira que eres crío.

La puerta estaba cerrada. Pero Miguel metió la mano por una de las cristaleras rotas y alcanzó el pomo. La puerta que no estaba cerrada con vuelta de llave se abrió. Un pequeño chasquido y el chirriar de las bisagras indicaban que la puerta llevaba muchos años sin ser utilizada. Dentro todo estaba aún más oscuro.
- ¡Va rápido, coge lo que sea y marchémonos!
- Te digo que no, David. No seas impaciente. Veamos qué misterios aguardan en la casa...
Mientras Miguel hablaba y avanzaba, David no dejaba de mirar de un lado para otro. Ciertamente aterrorizado con la simple idea de estar dentro de la Casa Maldita.

martes, marzo 07, 2006

La buena estrella de Joe Lewis

Joe Lewis acostumbra a despertarse de sus largas siestas con una mezcla de nuevo cansancio, malas pulgas y energía renovada. Joe Lewis es muy constante para echarse sus siestas pero absolutamente inconstante para todo lo demás que le suponga el más mínimo esfuerzo. Joe Lewis es curioso así que enciende la televisión y observa distraído las noticias de la noche. Joe Lewis acostumbra a dormir mucho, así no tiene que convivir con su propia indolencia. Sin embargo, Joe Lewis es curioso y se entusiasma fácilmente. Escucha con atención la noticia del lanzamiento de una nueva sonda espacial y Joe Lewis se sonríe, porque es inteligente. "Como las carabelas de Colón partiendo a descubrir la ruta de las especias por el oeste" se dice con autosuficiencia pues conoce ese dato y vuelve a sonreír, satisfecho de haber podido aportar su granito de sabiduría a tamaña empresa científica. No en vano Joe Lewis es una persona leída. Tiene una carrera aunque no ejerce pues para ello tendría que esforzarse muchísimo más que para prepararse las chuletas que le permitieron aprobar los aburridos exámenes. "Tengo una carrera", se dice complaciente mientras se arrellana en su sofá y vuelve a abandonarse a las noticias vespertinas.

No obstante, Joe Lewis es apasionado. Recuerda cómo de niño le interesó la noticia de aquella ballena varada en la costa y cómo rápidamente buscó todo lo relativo a las ballenas en las extensas enciclopedias familiares. Desde entonces Joe Lewis ha escuchado esa misma noticia decenas de veces y sigue sin comprender la extraña relación que mantienen las ballenas con las costas. Más aún desde que su padre, abogado de profesión, día sí y día también y entrando triste a casa anunciaba a su familia que ese mes tendrían que apretarse el cinturón pues había perdido un caso y tenía que pagar las costas. Joe Lewis es inteligente y leído pero nunca entendió la filia de las ballenas para con las costas, a no ser que fueran unos animales estúpidos carentes de todo sentido de la economía familiar y les encantara quedarse sin regalos de Navidad.

Joe Lewis es muy apasionado y también muy voluble. Es capaz de pasar de un estado de absoluta somnolencia a otro de gran dejadez, siempre y cuando eso no le suponga ningún esfuerzo. A Joe Lewis le gusta emocionarse y sentir. Puede soportarlo. Por eso su mente de científico le apunta la posibilidad de salir al balcón y contemplar la noche estrellada. "Ahí arriba está el planeta al que se dirige la sonda de la noticia" se dice muy excitado. Joe Lewis no acostumbra a mirar al cielo. Prefiere caminar mirando al suelo pues tal es su naturaleza práctica que siempre opta por observar el pavimento en busca de cacas de perro y esputos de viejos que sortear, aún cuando eso no le impida, si nadie lo ve, lanzar su pequeña y viscosa contribución al inmenso basurero que es la Tierra. Así pues, Joe Lewis sabe lo que es un planeta aunque nunca se haya preocupado de ver ninguno, ni siquiera el suyo. Él es leído, es inteligente y tiene una carrera. Y Joe Lewis lo sabe.

Abre la puerta del balcón y a pesar de la fría noche invernal se dedica durante varios segundos a otear el firmamento. Se siente decepcionado pues no consigue ver ningún astro y los planetas que él ha visto en libros eran enormes. Decepcionado y engañado sólo consigue atisbar un pequeño puntito blanco que, a pesar de brillar con persistencia y firmeza no deja de ser ridículo en su tamaño. "Puede que se hayan ido", se dice con tristeza. Joe Lewis es sabio y sabe que los planetas describen órbitas en su viaje alrededor del sol. Seguramente ha elegido el momento del año en el que los planetas sólo se pueden ver si se mira por detrás de su casa. Podría bajar a la calle pero eso significaría un gran esfuerzo para él, así que opta por quedarse quieto y sabiendo que los planetas se desplazan en órbitas, quizás alguno pase pronto delante de él.

Joe Lewis es paciente y persistente en su indolencia. E intenso. Es tan intenso que una vez trató de convencer durante dos horas a una amiga para que tomara un café con él. Cuando por fin lo consiguió su amiga le informó de que ya era la hora de cenar y que la tenía comprometida. "Quizás por eso accedió a tomar ese café conmigo", observó Joe Lewis. Definitivamente, Joe Lewis es intenso. Por eso no desfallece tras los primeros minutos de observación infructuosa. Tras una breve pero intensa reflexión, Joe Lewis cae en la cuenta de que su campo de visión puede verse ampliado si mira hacia arriba. Es una posibilidad que no se le había ocurrido pues Joe Lewis acostumbra a mirar hacia el suelo. De repente el cielo se ilumina y en el cenit descubre un amplio disco blanco recortado contra un cielo casi azulado por la luz. Entre asustado y emocionado, Joe Lewis retrocede hasta la barandilla del balcón con tan mala fortuna que se agarra a un macetero suelto y ambos, el macetero y él, se precipitan al vacío. Pero Joe Lewis no se preocupa pues no es la primera vez que visita el suelo desde esa altura. De niño acostumbraba a impresionar a su familia tras la cena de Nochebuena anudándose al cuello el mantel de cuadros rojos de su madre para después lanzarse por el balcón llevando tras de sí restos de turrón y cucharillas enganchadas a los flecos del mantel. Ni que decir tiene que tanto sus progenitores como sus parientes más cercanos disfrutaban sobremanera de esa ingeniosa recreación de Superman que, entusiasmado, Joe Lewis repetía cada año hasta que con catorce estuvo a punto de no cumplir los quince. Ahora Joe Lewis se aferra con fuerza al macetero y, mientras cae, el tiempo parece detenerse contemplando el maravilloso planetoide blanco que flota en el cielo. Y sonríe con una amplia sonrisa hacia la amable cara que le mira. Joe Lewis también es muy amable y atento.

Joe Lewis yace junto a los restos del macetero en el frío suelo de la acera. Oye a la gente alrededor suyo inquieta y aterrada llamando a las asistencias. Joe Lewis sigue sin preocuparse. Se imagina controlando la situación pues es una persona muy serena y nunca pierde la calma. Como es tan inteligente, rápidamente le viene a la cabeza una de las leyes de Murphy: "Si eres capaz de mantener la calma mientras alrededor tuyo todo el mundo pierde la suya y se rasga las vestiduras de desesperación, entonces es que no has entendido bien el problema", o algo así, se dice. Joe Lewis se sonríe recordando la frase pues se sabe culto, inteligente y sereno. Pero esta vez, en efecto, no entiende el problema en absoluto. Ya no sonríe. Joe Lewis sabe, en el fondo, que no es sino un fraude.

Nota: El personaje de Joe Lewis está inspirado en Julius, personaje creado por Inspector Clouseau, a su vez inspirado en el personaje de Julius, creado por el programa de Radio 3 "Especia Melange", con los cuales guarda un innegable parentesco.

sábado, marzo 04, 2006

Y cuando la música suena...

Y cuando la música suena...
Y cuando los recuerdos vuelven...
Y cuando te proyectas en quien no eres...
Y cuando te proyectas en quien quisieras ser...
Y cuando en ellos te ves a ti...
Y cuando en ellos crees verte a ti...
Y cuando no es cierto, es su libertad...
Y cuando los miras y sueñas...
Y cuando la música sigue sonando y nunca parará...

Y cuando miras sus ojos y te gustaría ver los tuyos...
Y cuando esgrimen una sonrisa y te conquistan...
Y cuando recuerdas ser el que ya no eres...
Y cuando piensas si eres el de aquel recuerdo...
Y cuando en tu mente pasan las cosas y no sabes si has dejado o si ha de llegar...
Y cuando mezclas esos sabores, esos olores, esos colores...
Y cuando la música no cesa... y que no cese

Y si fueran lo que tú quieres...
Y si fueran lo que tú temes...
Y si fueran lo que ellos no quieren y es por ti...
Y si fueran lo que sí quieren y te duele a ti...
Y si su ser y tu desear fueran lo mismo...
Y si ya temes lo que aún no es...
Y si su música te gusta a ti...

Y sigue esa música, te machaca, la necesitas, la has de oír...
Y sigue ese volar de recuerdos...
Y sigue ese sabor agridulce... sabes que te gusta... pero ¿podría haber sido mejor?
Y sigue esa vorágine de ideas y te acosan...
Y sigues siendo TÚ...
Y la música... la música también eres TÚ...


Para Marc y Joel
...y ahora también para tí, Jana...

(Actualizado a finales de 2009)