Ruge fiera en su interior
la piedra fría,
quieta,
helada por el paso de los años
y de los desengaños.
Ahora calla,
Ahoga su grito sordo
en su negrura.
Y así,
una y otra vez,
la fiereza desolada
y el grito sordo
del silencio
se suceden.
Una y otra vez,
Una y otra vez.
Amarga soledad acompañada.
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