jueves, octubre 13, 2005

Los muros de la soledad

En respuesta o comentario a Nali y su "Amistad"

No entiendo. No llego a imaginar un mundo duro y cruel por el hecho de ser compartido, de ser vivido, de ser revivido con amigos.
No es bueno, no. Los muros no son buenos. Nuestro muro no nos protege: Nos hace prisioneros. No hace solitarios, nos hace enemigos de todos, enemigos de nosotros mismos.

¿Es feliz el ave encerrada en su jaula de oro, el pez encerrado en su bello acuario de cristal? No es feliz, no. Es inculto, es ignorante, es confiado, es ingenuo.
Es débil, es dependiente, sí, dependiente, pese a pensar que es autónomo y solitario.
Su mundo, su muro, no lo protege, no lo resguarda, no lo acuna; lo marea y lo engaña.

Es digno, es propio, es humano, es valiente, es personal, es bravura, pero sobre todo es inteligencia romper nuestro muro. Saltar nuestro mundo.
¡Todos estamos igual! Tan indefensos, tan desvalidos, tan fuertes, tan soberanos de nosotros mismos.
Es lo que nos hace estar vivos. Es lo que nos permite llegar a los demás y ser recibidos.
Es lo que nos hace acoger a los demás y querer y ser queridos.

¿Tiene sentido no ser compartido?
¿Tiene sentido estar solo, cuando de dos hemos venido?

Sí, la amistad es un tesoro, un tesoro que recibimos, pero un tesoro que compartimos, pues ¿no somos nosotros el tesoro de nuestros amigos? ¿no somos nosotros el tesoro compartido?
Realmente tener amigos, tener amistad, es un regalo divino, pero es triste descubrir ese premio a través del dolor, y más triste aún es haber pensado alguna vez no ser merecedor de un amigo.

Si nuestro mundo, ese que nos rodea, (¿o será ese que nos absorbe?) es duro y cruel, solo es porque aún quedan muchos detrás de su muro, y los demás debemos enseñarles a romperlo sin que sus piedras, las piedras de esos muros, nos entierren para siempre...

miércoles, octubre 12, 2005

Amistad

Siempre había sido un ente asocial, marginal, solitario.
Era feliz. Superada los obstáculos de la vida a diario.

Nunca había percibido ninguna carencia.
Vivía a mi manera, insana, con independencia.

Muchas veces se ha dicho: del roce nace el cariño.
Y es cierto. En mi caso nació. Pero me hizo daño.

Esta experiencia rompió el muro que me aislaba.
Por fin vi el mundo, duro y cruel, que me rodeaba.

Me quedé desnudo, indefenso y asustado.
Era débil, dependiente. No lo habría imaginado.

Caí en un agujero oscuro, profundo, ruidoso.
Miles de voces en mi cabeza me acusaban de miedoso.

Largo tiempo estuve cayendo. Entonces ya no era yo.
Me hundía. Necesitaba un hombro, un amigo, un apoyo.

Me ofrecieron sus manos. Me resistía. Deseaba llegar al fondo.
Quería estar sólo. Hundirme más. Enfrentados, yo y el mundo.

Sólo algunos permanecieron a mi lado, en silencio. No lo sabía.
Esperando el momento de sacarme del abismo en el que vivía.

Llegado ese momento, frenaron mi caída. Me elevaron.
Vi de nuevo la luz, cálida, cegadora, dolorosa. Me rescataron.

Aunque me dolió el regreso, y sigo dolido, algo aprendí: tengo amigos de verdad.
Permanecieron a mi lado. Tal vez en mi haya algo para merecer esta amistad.

Me proporcionaron razones para seguir insistiendo.
Para levantarme tras cada caída. Para seguir viviendo.

La amistad ya no es sólo un tesoro. Es uno de los pilares de mi existencia.
Descubrir que la tengo ha sido mi mejor y más grata experiencia.

viernes, octubre 07, 2005

La felicidad

Lo que escribo hoy no es ningún sentimiento, no expresa ninguna emoción.
Sólo quería dejar por escrito una reflexión, porque escribirla me ayuda a pensar y porque de este modo tal vez descubra si soy el espécimen extraño y único, entendido en el sentido más despreciable de la palabra, que creo que soy.
Desde que tengo uso de razón, de lo cual no hace mucho, he estado observando cómo buscan las personas la felicidad, y dónde buscan esa felicidad.
Si miras la televisión a casi cualquier hora verás a gente que desnuda sus intimidades ante las cámaras por el simple hecho de salir en la televisión. Porque salir en la pantalla te puede hacer famoso, primero entre tus vecinos, amigos, conocidos, etc. Y quien sabe, tal vez consiga dar el paso siguiente y pueda hacerse con un hueco entre los inquilinos del "Olimpo" del famoseo. Y en este país, si eres famoso puedes ganar dinero viviendo del cuento y si tienes dinero puedes permitirte caprichos que te ayudan a ser más "feliz", o eso dicen. A lo que iba, la gente de hoy busca la felicidad en el dinero a través de cualquier medio a su alcance. Estoy de acuerdo en que el dinero te puede proporcionar una vida más confortable, más desahogada, más lujosa, más ... Pero me asalta una duda. ¿Qué pasa cuando te has cansado de satisfacer tu lujuria? ¿No desembocas de nuevo en el hastío de una vida rutinaria? ¿De qué sirve el dinero entonces?
¿Todavía no ha aprendido esa gente que la felicidad más intensa se encuentra en los más pequeños acontecimientos que suceden a nuestro alrededor? Sólo es necesario desear encontrarlos. Cada uno de estos acontencimientos nos proporciona sólo un instante de felicidad. Debemos, cada día, observar lo que nos rodea para localizar esos surtidores para beber de ellos mientras dure su exigua vida.
Cada vez que veo a un niño jugar, y disfrutar, con cualquier objeto que un adulto considera inútil, me asoma una sonrisa. Soy feliz durante los segundos que dura mi observación.
Cada vez que con un amigo disfruto de su compañía. Me basta con estar allí, con esa persona. Soy feliz durante esos instantes.
Cada vez que miro a una persona (normalmente fémina) a los ojos y me sostiene la mirada, disfruto del instante, me evado del mundo en la profundidad de esos ojos insondables. No pienso. Soy feliz.
Cada vez que observo disimuladamente a un ser querido, apreciando sus expresiones, movimientos, gestos, disfruto intentando adivinar que es lo está pasando por su mente. Me doy el placer de dejar de ser yo durante unos instantes. Soy feliz.
Lo mejor de todas estas situaciones es que nunca me canso de que se produzcan.

Probablemente, estas confesiones, a cualquiera otra persona le puedan parecer estúpidos sinsentidos. No me preocupa. Tengo asumido que soy especial.

Básicamente quería concluir que a mi personalmente la popularidad o el dinero no me proporcionan esa felicidad desinteresada que quiero obtener. En ambos casos doy más de lo que recibo y por tanto no me compensa.

jueves, octubre 06, 2005

Nuestros Ulises

Si aún no has leído las sirenas de Ulises (ver más abajo), te recomiendo que lo leas antes y luego vuelvas aquí.
Y si tienes opinión, me encantaría leerla. Gracias amigo lector.

Amigos, todos tenemos sirenas. Sí, pero unos sirenas de ahora, tiernas, dulces, bellas y buenas, y otros sirenas de antaño. Las sirenas que temían los griegos. Las sirenas sabias, pero embusteras. Aparentemente frágiles, pero realmente duras, frías y traicioneras.
Aquellas sirenas que poseían el conocimiento y hacían enloquecer al que las oía.
El propio Ulises se hizo atar al mástil mayor de su embarcación para poderlas oír y resistir la tentación de lanzarse al abismo del mar.

Pero hoy en día ¿qué sirenas tenemos? ¿qué sirenas creemos tener?
Pensamos que somos nosotros quienes las rescatamos. ¡Ilusos de nosotros! Son ellas quienes vienen a nuestro rescate o nos empujan a nuestro vacío.
Pero siempre hay un Ulises y a él debemos aferrarnos.

No sabemos como o mediante quien se presenta nuestro Ulises. Aquello o aquel que nos hace salir indemnes del encuentro con nuestras sirenas. Puedes ser tú, puede ser algo, puede ser un acto o puede ser una cosa.

Pero no he dicho quienes son ahora esas sirenas. Nuestras sirenas están dentro de la mente. De la mente de cada uno. Tú tienes las tuyas y yo tengo las mías. No son mejores ni peores, solo son las de cada uno. Son las ideas. Son los pensamientos. A veces nos reconfortan, pues son gratos y buenos. Otras veces nos atormentan y queremos deshacernos de ellos. Esas son nuestras sirenas, bellas y bondadosas o crueles y malvadas.

Para lo bueno o para lo malo nos gusta recrearnos en nuestras sirenas, en nuestros pensamientos. Cuando son buenos es maravilloso, pero ¿qué pasa si son malos?
Si son malos necesitamos de nuestro Ulises. Podemos ser nosotros mismos, o como he dicho puede ser cualquier cosa.

Pero lo más importante es encontrar a Ulises y dejar en mar a las sirenas y a nosotros en tierra firme. Si tú no hayas tu Ulises, haz que este sitio sea él.

Por todos los buscadores y por todos los Ulises: Casi seguro que todos tenemos de ambos...

Las sirenas de Ulises

Con el beneplácito del "blogmaster" o director de la bitácora.

He oído sirenas, silencios del alma
He oído sus cantos, lejanos y profundos
He oído su voz, me desnuda, me desarma
He oído sus ecos, fríos y moribundos.

Me perturban, casi enfermizas, siempre malvadas
No olvidéis que os buscan, no dejan nada.

El mar me ahoga y ellas me atrapan
Es mi mente, es mi cuerpo... es esa mirada
Se que ellas me quieren y no puedo dar la espalda
Se que ellas me tienen y no escapo de sus garras.

Llegará un día de esperanza
Que me llene de sosiego,
Que me quite este trasiego,
Que me devuelva la palabra.

El día en que Ulises
Me arranque este yugo,
Me haga libre de mi uso
Y me de la salvación tan añorada.

Hasta entonces... ¿dónde estás, Ulises?



Un saludo a todos.