sábado, enero 03, 2009

Más extraño que la ficción

En ocasiones, cuando nos perdemos en el miedo y la desesperación, en la rutina y en la constancia, en la desilusión y la tragedia, habría que dar gracias a Dios por las galletas glaseadas de Bavaria. Y, afortunadamente, incluso cuando no hay galletas, aún nos puede reconfortar una mano conocida acariciándonos, o un gesto amable y cariñoso, o un apoyo sutil para respirar la vida, o un abrazo tierno, o unas palabras de consuelo. Y no olvidemos las camillas de hospital, y los tapones para la nariz, y la repostería que sobra, y los secretos susurrados, y las Fender Stratocaster y, tal vez, alguna que otra novela.

Y hay que tener en cuenta que todas estas cosas, los matices, las anomalías, las sutilezas que creemos que no son más que complementos en nuestras vidas, de hecho están presentes por una causa mucho mayor y más noble: están para salvarnos la vida.

Sé que la idea resulta extraña, pero también sé que es la pura verdad.

Karen Eiffel, Stranger than fiction

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