miércoles, marzo 08, 2006

La Casa Maldita (1) (hace unos años)

(miércoles, 27 de noviembre de 2002. En un centro ocupacional...)

...se decía que la casa estaba maldita. Nos daba igual. Estábamos frente a la verja de algo más de dos metros y medio de altura y justo detrás la espesa vegetación no nos dejaba ver más allá. Conocíamos todas las leyendas sobre la casa, pero eso, las leyendas solo son leyendas.
Un débil candado, partido y oxidado, era la única resistencia que teníamos delante, antes de pasar a lo desconocido. Abrimos la puerta, realmente tuvimos que hacer más fuerza de la esperada, pero la cruzamos. Pronto notamos que las malas hierbas no nos dejarían pasar fácilmente.
La vegetación era asfixiante. Decenas de diversos tipos de plantas y árboles nos rodeaban y con ellos todo tipo de sonidos, provenientes tanto del suelo como del cielo.
- ¡¡¡Miguel!!! - El grito de David sonó a desespero. -La última vez que te hago caso en una de tus estúpidas apuestas...
- ¿Igual me dirás que esto te parece aburrido? -Insinuó Miguel.
- Pues si te soy sincero hubiera preferido otra cosa...
- ¿Cómo qué? - Continuó Miguel. - ¿jugar con la Play?
- No me hables de la Play. Tú y tu estúpido orgullo... "Puedo ganar a cualquiera al FutbolMachPlay" . ¡A cualquiera dijiste! Miguel.
- Casi lo consigo. El problema es que tú, David, me pusiste nervioso con el tiempo, que si no...
- Si no ¿qué? ? Interrumpió David...- ¿O te tengo que recordar que perdías ¡¡¡TRES A CERO!!! A falta de dos minutos?
- Pues eso, DOS MI-NU-TOS. Eso para mí es más que suficiente...
- ¡¡Pues ya se notó!! -Volvió a interrumpir David.
- Ese es el problema, que me pusiste, TÚ, nervioso.

Los dos muchachos se adentraban poco a poco por el escaso sendero que aún quedaba de lo que un día fue un bonito camino empedrado. Su charla no les dejaba ver lo oscuro que se estaba tornando todo y lo lejos que empezaba a quedar la puerta que escasos minutos antes habían cruzado.

- No resistiremos. Cada vez están más cerca.
- Te digo que este palacete nunca ha caído y no va a caer ahora.
Todo tembló. La última bomba había hecho explosión realmente cerca. El socavón que había dejado en el camino a la puerta principal era más que profundo. El ejército francés intentaba cercar la casa. Desde el interior algunos mercenarios, varios labriegos y los pocos señores feudales que quedaban vivos pese a haber perdido sus cortijos y otras propiedades, disparaban sus arcabuces y pistolas.
En las bodegas, ocultos y protegidos por los muchachos más jóvenes, quedaban las mujeres y los ancianos casi inválidos. Entre ellas una dulce muchacha de tan solo 14 años, hija de la señora de la casa. Ayudaba a los más débiles y bajo sus faldas escondía un pequeño trabuco...
- Como no llegue pronto nuestro ejército caeremos todos muertos. El muro sur está cediendo y en cualquier momento entrarán a los jardines. Además el agua escasea y no nos queda a penas munición.
- No te alarmes. Yo, señor de Santiner y Armendior, te digo que saldremos con vida de ésta, mi casa. La casa de todos vosotros. Y la única que queda en pie en muchos kilómetros a la redonda. Y jamás. Digo jamás, consentiré que unos fulanos y rabiosos perros pongan un solo pie en cualquiera de las piedras y losetas de este suelo...


- Vámonos Miguel, la puerta está cerrada. Se ve a simple vista.
- Simple vista, simple vista. Tú David siempre tienes suficiente con ver las cosas desde lejos. De acuerdo, perdí yo el partido. Y sí, soy un bocazas por decir que ganaba a cualquiera. Pero tampoco era tan grave lo que nos jugábamos: "Quien pierda tendrá que entrar en "la casa maldita"y coger un objeto de allí".
¡No querrás que coja una flor del patio! ¿verdad?
Los dos muchachos llegaron hasta la puerta principal. Algunas de las vidrieras quedaban aun encajonadas en sus marcos de madera. Otras medio rotas y sobre todo las inexistentes estaban parcial o totalmente llenas de telarañas.
Miguel cogió una rama del suelo y rasgó una de las telas. Se agachó un poco y arrimó la cabeza con un ojo cerrado para poder ver el interior.
- ¡Mierda! - Y según exclamaba Miguel caía de espaldas. David dio semejante salto que a punto estuvo de perder el equilibrio.
- ¿Qué ha pasado? ¡¡¡Dime, dime!!! Jodeeeer, yo me voy corriendo.
- ¡Quieto ahí! Solo ha sido una araña. Me he asustado. Entremos, no parece haber nadie. Pero suéltame la espalda. Mira que eres crío.

La puerta estaba cerrada. Pero Miguel metió la mano por una de las cristaleras rotas y alcanzó el pomo. La puerta que no estaba cerrada con vuelta de llave se abrió. Un pequeño chasquido y el chirriar de las bisagras indicaban que la puerta llevaba muchos años sin ser utilizada. Dentro todo estaba aún más oscuro.
- ¡Va rápido, coge lo que sea y marchémonos!
- Te digo que no, David. No seas impaciente. Veamos qué misterios aguardan en la casa...
Mientras Miguel hablaba y avanzaba, David no dejaba de mirar de un lado para otro. Ciertamente aterrorizado con la simple idea de estar dentro de la Casa Maldita.

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