viernes, octubre 07, 2005

La felicidad

Lo que escribo hoy no es ningún sentimiento, no expresa ninguna emoción.
Sólo quería dejar por escrito una reflexión, porque escribirla me ayuda a pensar y porque de este modo tal vez descubra si soy el espécimen extraño y único, entendido en el sentido más despreciable de la palabra, que creo que soy.
Desde que tengo uso de razón, de lo cual no hace mucho, he estado observando cómo buscan las personas la felicidad, y dónde buscan esa felicidad.
Si miras la televisión a casi cualquier hora verás a gente que desnuda sus intimidades ante las cámaras por el simple hecho de salir en la televisión. Porque salir en la pantalla te puede hacer famoso, primero entre tus vecinos, amigos, conocidos, etc. Y quien sabe, tal vez consiga dar el paso siguiente y pueda hacerse con un hueco entre los inquilinos del "Olimpo" del famoseo. Y en este país, si eres famoso puedes ganar dinero viviendo del cuento y si tienes dinero puedes permitirte caprichos que te ayudan a ser más "feliz", o eso dicen. A lo que iba, la gente de hoy busca la felicidad en el dinero a través de cualquier medio a su alcance. Estoy de acuerdo en que el dinero te puede proporcionar una vida más confortable, más desahogada, más lujosa, más ... Pero me asalta una duda. ¿Qué pasa cuando te has cansado de satisfacer tu lujuria? ¿No desembocas de nuevo en el hastío de una vida rutinaria? ¿De qué sirve el dinero entonces?
¿Todavía no ha aprendido esa gente que la felicidad más intensa se encuentra en los más pequeños acontecimientos que suceden a nuestro alrededor? Sólo es necesario desear encontrarlos. Cada uno de estos acontencimientos nos proporciona sólo un instante de felicidad. Debemos, cada día, observar lo que nos rodea para localizar esos surtidores para beber de ellos mientras dure su exigua vida.
Cada vez que veo a un niño jugar, y disfrutar, con cualquier objeto que un adulto considera inútil, me asoma una sonrisa. Soy feliz durante los segundos que dura mi observación.
Cada vez que con un amigo disfruto de su compañía. Me basta con estar allí, con esa persona. Soy feliz durante esos instantes.
Cada vez que miro a una persona (normalmente fémina) a los ojos y me sostiene la mirada, disfruto del instante, me evado del mundo en la profundidad de esos ojos insondables. No pienso. Soy feliz.
Cada vez que observo disimuladamente a un ser querido, apreciando sus expresiones, movimientos, gestos, disfruto intentando adivinar que es lo está pasando por su mente. Me doy el placer de dejar de ser yo durante unos instantes. Soy feliz.
Lo mejor de todas estas situaciones es que nunca me canso de que se produzcan.

Probablemente, estas confesiones, a cualquiera otra persona le puedan parecer estúpidos sinsentidos. No me preocupa. Tengo asumido que soy especial.

Básicamente quería concluir que a mi personalmente la popularidad o el dinero no me proporcionan esa felicidad desinteresada que quiero obtener. En ambos casos doy más de lo que recibo y por tanto no me compensa.

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