miércoles, octubre 12, 2005

Amistad

Siempre había sido un ente asocial, marginal, solitario.
Era feliz. Superada los obstáculos de la vida a diario.

Nunca había percibido ninguna carencia.
Vivía a mi manera, insana, con independencia.

Muchas veces se ha dicho: del roce nace el cariño.
Y es cierto. En mi caso nació. Pero me hizo daño.

Esta experiencia rompió el muro que me aislaba.
Por fin vi el mundo, duro y cruel, que me rodeaba.

Me quedé desnudo, indefenso y asustado.
Era débil, dependiente. No lo habría imaginado.

Caí en un agujero oscuro, profundo, ruidoso.
Miles de voces en mi cabeza me acusaban de miedoso.

Largo tiempo estuve cayendo. Entonces ya no era yo.
Me hundía. Necesitaba un hombro, un amigo, un apoyo.

Me ofrecieron sus manos. Me resistía. Deseaba llegar al fondo.
Quería estar sólo. Hundirme más. Enfrentados, yo y el mundo.

Sólo algunos permanecieron a mi lado, en silencio. No lo sabía.
Esperando el momento de sacarme del abismo en el que vivía.

Llegado ese momento, frenaron mi caída. Me elevaron.
Vi de nuevo la luz, cálida, cegadora, dolorosa. Me rescataron.

Aunque me dolió el regreso, y sigo dolido, algo aprendí: tengo amigos de verdad.
Permanecieron a mi lado. Tal vez en mi haya algo para merecer esta amistad.

Me proporcionaron razones para seguir insistiendo.
Para levantarme tras cada caída. Para seguir viviendo.

La amistad ya no es sólo un tesoro. Es uno de los pilares de mi existencia.
Descubrir que la tengo ha sido mi mejor y más grata experiencia.

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